Autoridades estiman más de 60 muertos por accidente aéreo en Washington
- Angel Eustorgio Hernández del Ángel
- 30 ene
- 2 Min. de lectura
El miércoles, un devastador accidente aéreo en las inmediaciones del aeropuerto Nacional Reagan de Washington dejó más de 60 muertos después de que un avión regional de American Airlines chocara con un helicóptero Black Hawk del Ejército de los Estados Unidos. Ambos vehículos cayeron al gélido río Potomac, sumergiéndose rápidamente en las aguas frías. En una rueda de prensa, el jefe de bomberos del Distrito de Columbia, John Donnelly, confirmó que no había expectativas de sobrevivientes, añadiendo que hasta el momento se habían recuperado 28 cadáveres.
Las autoridades locales han confirmado que a bordo del avión de pasajeros viajaban 60 personas, además de cuatro miembros de la tripulación, mientras que el helicóptero transportaba a tres soldados en un vuelo de entrenamiento rutinario. Entre los pasajeros se encontraban patinadores de élite, como los campeones mundiales Yevgenia Shishkova y Vadim Naumov, que regresaban a casa después de competiciones en Wichita, Kansas. La tragedia ha dejado una huella profunda en las comunidades de patinadores y familiares de las víctimas.
A pesar de las primeras investigaciones que revelan que ambos vehículos seguían los procedimientos de vuelo estándar y las comunicaciones entre la torre de control y la tripulación del helicóptero fueron normales, la tragedia ha resaltado las preocupaciones sobre la seguridad aérea en una región donde el espacio aéreo está congestionado. Washington, D.C. cuenta con varios aeropuertos comerciales, además de bases militares cercanas, lo que genera un alto volumen de tráfico aéreo. El Secretario de Transporte de Estados Unidos, Sean Duffy, declaró que el accidente parecía evitable, aunque enfatizó que aún era prematuro hacer conclusiones definitivas.
El presidente Donald Trump también expresó su preocupación sobre el accidente en una publicación, criticando la actuación de la tripulación del helicóptero y los controladores aéreos. Este caso representa la catástrofe aérea más letal en los Estados Unidos en más de una década, lo que genera un debate sobre las medidas de seguridad en la región.

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